viernes, 30 de mayo de 2014

conversaciones en las que descubrirse


Los hielos tañían dentro de su bebida fría, mientras chocaban unos con otros en una deliciosa y refrescante orquesta, a medida que él posaba el vaso en la mesa para después alejar sus dedos de yemas congeladas.

-          No entiendo a la gente que hace las cosas varias veces.
-          ¿A qué te refieres? – pregunté, con la sospecha de que no me iba a gustar lo siguiente que iba a decir.
-          Sí… Pues la gente que ve la misma película varias veces, o el mismo capítulo miles de veces. Yo como mucho veo una película dos veces, ¿para qué más?

Procesé esa información e intenté ponerme en su piel. Me asombra la diversidad humana. Mientras que algunas personas están viendo por trigésima vez el final de Casablanca mientras se encogen en su sofá y se enrollan con la manta, otras simplemente no le ven el placer a hacer lo mismo una y otra vez.

El mundo suele dividirse normalmente en dos bloques: los que sí y los que no.

Los que tienen una banda favorita y se han vuelto locos en la adolescencia por ella y los que no, y además no parecen conocer esa sensación (sí, te miran a los ojos y te lo dicen con naturalidad mientras abres la boca de la sorpresa y piensas en los posters y fotos de Green Day que cuelgan en tu habitación).
Los que les gustan Los Simpson y los que no.
Los que tendrían un animal en casa y los que no.
Los que aman las Matemáticas y los que no.
Los que adoran el verano y los que no.

Recordé al vecino de los huesos de cristal de Amélie, que lleva veinte años pintando el mismo cuadro, y misma la muchacha del vaso de agua. Recordé las cientos de veces que he visto Amélie y las veces que me ha hecho llorar de distintas maneras. También, por supuesto, mi afición a ver los mejores capítulos de mis comedias favoritas de los 90 una y otra vez, y también de los capítulos de Los Simpson. Cómo me emociono ante el anuncio de una película que ya he visto cuatro veces. Y cómo releo libros antiguos para recordar lo que se sentía al viajar en ellos. Será porque en el fondo, no haces lo mismo, pues ya me dijo un sabio profesor que todo depende del momento, y siempre ponemos parte de nosotros en aquello que hacemos.

Ligeramente enojada, le miré a los ojos y le repliqué con una de mis frases favoritas de La insoportable levedad del ser, cuando Milan Kundera explica cómo el perro de la protagonista es genuinamente feliz, porque cada día sabe que toca paseo, y cada día se emociona de la misma forma ante la puerta.

-          “La felicidad es el deseo de repetir”.

La mesa se rió y él entendió lo que quería decir.
Me pregunté cuántos noes y síes tiene la gente, y cuántos me dará tiempo a descubrir. 
Me pregunté también sobre los míos propios, y si alguien los llegará a conocer alguna vez del todo.  

lunes, 19 de mayo de 2014

Miedo (a lo desconocido)

April, siempre habrá gente idiota.
Siempre habrá accidentes.
Pero no es eso lo que te vence.

Es el miedo. 





sábado, 17 de mayo de 2014

La Vie.



Te regalé el Sol cada día.
(Me despertaba antes que tú para llevártelo).

Pensaba cada momento en cómo ingeniármelas para hacerte feliz al día siguiente.
A veces funcionaba. Entonces me amabas con locura. Pero siempre conseguía hacerte olvidar todo aquello que te había molestado, herido, desmotivado. Por muy malo que fuera lo que te hubiera pasado.

Pero otras veces me odiabas. Cuántas veces me gritaste y me dijiste que desearías no haberme conocido nunca. Y aun así, yo estaba ahí.

Cada vez que llorabas de rabia, yo estaba ahí.
Cada vez que habías tenido un mal día, yo estaba ahí.
Cada vez que un idiota te hacía daño, yo estaba ahí.
Cada vez que te enamorabas de alguien nuevo, yo estaba ahí.
Cada vez que me gritabas que me dejaba manipular por un tal Karma. 
Cada vez que me decías que era la causa de todas tus desgracias.
Seguía estando ahí.

Nuestra relación fue la más especial de todas las que tuviste nunca.
Me amabas, me odiabas, me volvías a amar. ¿Por qué seguíamos juntos?
La razón es sencilla: porque sabíamos que un día, inevitablemente, estaríamos separados. 
Por más que me doliera, llegaría el día en que tuviera que marcharme, y otro ocuparía mi lugar. 

Era curiosa la forma que tenía, esta verdad, de congelarte y hacer que me agarraras tan fuerte que aún tengo las marcas de tus uñas en mis brazos.

Y era la cosa más hermosa de todas, la manera en la que te aferrabas a mí.
Cuando te resbalabas y te asustabas, porque por más tonta que fuera la caída, siempre tenías  miedo a despertarte y no verme.
Cuando instintivamente tus pulmones te obligaban a volver a respirar tras bucear bajo el mar.

Siempre volvías a mí.
Recuerdo que había noches en las que te acostabas intentando imaginar cómo sería no volver a verme al despertar. Me lo comentabas en voz baja, y me decías que por más que lo habías intentado, era imposible. Era en estos momentos en los que veías las mejores cosas de mí. Cuando no eras capaz de imaginarte sin mí.  

La mayor parte de las veces perdíamos el tiempo. Cuando estabas ocupada, yo te acompañaba y tú te quejabas de tus quehaceres. Solías odiar la primera mitad del día y adorar la segunda. Te gustaba contarme qué cosas haríamos cuando tuvieras tiempo libre. Sin embargo, cuando esto sucedía, lo único que hacíamos era tumbarnos al Sol, disfrutando de nosotros. Bebías mi aliento mientras me devolvías el tuyo. Cerrabas los ojos y me sentías en tus suaves latidos. Te regalaba todo lo que querías, todo lo que había a tu alrededor. Era tuyo. Continuabas hablando conmigo sobre dónde querías viajar la próxima vez que tuviéramos tiempo libre. Entonces, decías, lo haríamos en serio, no como otras veces.

Aunque no lo creas, me sentía fatal las veces en las que te preguntabas qué ibas a hacer conmigo. Muchas veces, cuando te parabas a observarme –y cuando hacías esto tu ceño se fruncía, y callabas- leía en tu mirada que no te gustaba nada de lo que era. Te aburría. No te satisfacía. Pasaste muchas noches sin poder dormir, pensando en cómo podías cambiarme del todo, pero al final nunca te atrevías a hacerlo. Sólo me aceptabas, tal y como era. Te conformaste con lo que no te gustaba de mí. Pero ójala hubieras sabido que hubiera cambiado del todo, si tú sólo me lo hubieras dicho. Hubiera sido cualquier cosa que me pidieras. 
Ójala hubieras sabido que el control siempre lo tuviste tú. Hubieras sido más feliz, y hubiéramos hecho esos viajes que nunca te atreviste a hacer, y las aventuras que sólo sucedían en tu cabeza. 

Espero que mi existencia haya valido la pena.
Espero que cuando llegue el momento de separarnos, me recuerdes con cariño.
Espero que le hables bien de mí, a aquel que te recogerá en sus brazos en cuanto me vaya (ya está todo atado, nunca te dejaría sola). No tengas miedo de él. Aparecerá aunque no quieras. De hecho, muchas veces desearás que aparezca antes de tiempo.

Soy el amor más cardinal que has sentido,
soy el adiós más duro que nunca dirás,
soy el momento que más dura.

Mi límite es el tuyo,
Y cuando partamos lo haremos juntos.

Atentamente,
Tu Vida. 

miércoles, 14 de mayo de 2014

The power of three.

-Nuestras vidas han cambiado tanto. Pero hubo un tiempo, hubo años, en los que no podía vivir sin ti. Cuando las cosas comunes me volvían loca. Pero desde que nos trajiste de vuelta, desde que nos diste la casa, construimos una vida. No sé si podré tener las dos.
- ¿Por qué?
-Porque… Se tiran de ellas. Porque tiran de mí, y porque viajar se está empezando a convertir en escapar.
-Pero no es así.
-Venga… Mírate, cuatro días en un salón y te vuelves loco.
-No estoy huyendo. Pero esta es una esquina, de un país, de un continente, en un planeta que es una esquina de una galaxia, que es una esquina de un universo que siempre está creciendo y contrayéndose, y creando y destruyendo, y nunca permaneciendo igual por un solo milisegundo. Y hay tanto, tanto por ver, Amy. Porque se va muy rápido.
No estoy escapando de las cosas; estoy corriendo hacia ellas, antes de que desaparezcan para siempre. Y está bien. Nuestras vidas ya no son lo mismo. No pueden. Un día, pronto quizás… Se pararán. Lo he sabido desde hace mucho.
-Entonces, ¿por qué sigues viniendo con nosotros?
-Porque fuiste la primera. La primera cara que ésta cara vio. Y tú hiciste arder mis dos corazones, Amelia Pond. Y siempre lo harás. Estoy corriendo hacía ti. Corro hacia ti y hacia Rory antes de que desaparezcáis.
- No quiero que seas bueno conmigo.

- Sí, lo quieres, Pond. Y tú siempre obtienes lo que quieres…


Doctor Who. 4x07
The Power of Three


Él

     No entiendo por qué te infravaloras tanto.
Me quedé perpleja, y congelé el tiempo mirándole directamente a las pupilas. Esperaba que se explicara. Pareció adivinar lo que pensaba, así que continuó hablando.
     Eres… Eres frágil, pero a la vez eres la persona más fuerte que conozco. Eres como el vidrio. Hizo una pausa con los brazos en jarra y miró hacia el techo blanco, como si en él estuvieran escritas las palabras que iba a decir — Eres frágil, como el cristal, pero a la vez eres fuerte. Y cuando te rompen, eres capaz de reconstruirte sin que nadie pueda notar la diferencia.
Me imaginé el proceso de reciclado de una botella de vidrio de color verde. Me había gustado escuchar esas palabras. Me arrojé a él y hundí mi cara en su pecho.

     ¡Qué haría yo sin ti!


Conversaciones de autobús

“Es difícil ser yo. Me encantaría dejar de preocuparme por todo, dejar de… Me gustaría no levantarme todas las mañanas pensando que a los cuarenta años terminaré tirada en un parque, como todas esas personas que ves por la calle y te preguntas: ¿lo sabían? Cuando eran niños y jugaban con sus amigos en el patio de su casa, cuando su madre les preparaba su plato favorito por su cumpleaños y ellos se sentaban corriendo en la mesa y comenzaban a comer con avidez, felices, tan niños. ¿Podrían siquiera imaginar dónde acabarían en la mitad de su vida? Tengo miedo… De ser de esas personas. También me aterra saber que me hago mayor. Creo que mi mayor miedo es no volver a tener cosas a las que nunca presté importancia, y que cuando quiera recuperarlas, no pueda hacerlo nunca. Como la felicidad antes de volverme una mendiga, o antes de despertarme un día sabiendo que los mejores días de mi vida… Ya pasaron. Y que soy vieja.”
Esperé respuesta durante unos segundos, y por un momento pensé que no iba a decir nada. Finalmente los músculos de su ajada cara se pusieron en movimiento, y costosamente, como un coche antiguo al que le cuesta arrancar, permitieron al hombre emitir sonido. “Me has dicho que tienes diecinueve años. Aún tienes toda la vida por delante. Alegra esa cara de amargada y deja de pensar tanto”.
El anciano se fue dejándome sola en la marquesina, rodeada de una atmósfera de humo y ruido, la respiración de Madrid. Esto sucedió esta misma mañana. El desconocido no me quiso escuchar, y necesito que alguien lo haga. Es por ello por lo que estoy escribiendo esto.
Eres mi primer diario.



Templo yermo.


Alguna vez noto el temblor de una chispa naciente en esta tierra inerte.
Brotaron amapolas pero al final murieron cuando dejé de regarlas con mis lágrimas.
Desde entonces ando en busca de un nuevo Sol.
Quiero regalar este jardín.
Cuando lo traspases con el eco de tu voz la tierra temblará.

Y lloverá. 


El gris es el color de los hechizos.