jueves, 30 de julio de 2015

Una heroína.

Recordaba la expresión de aquellos a los que habían arrojado al mar, por caer enfermos. Y no sabía si era mejor seguir con vida, hacia un destino desconocido, y ser tratada como a un animal; o ser lanzada al mar, entre fiebres y zarandeos, para encontrar una violenta paz bajo las olas. “Algún día seremos libres. Sé que algún día nos liberarán de estas cadenas, y esos blancos entenderán que somos tan humanos como ellos.” — y el suelo de madera se movía bajo sus pies, debido al mecer del barco en mar bravo, provocando un desagradable reflejo de vómito, y obligando a la muchacha a recolocar su postura inhumana mientras su piel escocía por los grilletes y sus huesos dolían —. Una voz mandó callar, y la oscuridad se silenció —excepto respiraciones y sollozos; excepto lloros, gemidos, y las toses de los enfermos, las cuales intentaban ocultar para evitar cuanto mayor tiempo mejor ese horrible destino —. Qué fácil es desear la muerte, y cómo nos aferramos hasta al último aliento de vida cuando sabemos que está a punto de terminar… Así de grande fue su escalofrío y terror al escuchar su propia tos.

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