martes, 30 de diciembre de 2014

diarios

                      Domingo
No siento en el alma más que un seco murmullo, una repetición monótona de un reloj interno que siempre ha estado encendido y que no se puede parar. Las impresiones pasan a través de mí como agua sobre una película impermeable. Hay un muro entre el mundo y yo que soy incapaz de atravesar. He intentado medir el grosor: apenas 4 centímetros y medio; y sin embargo, es muy robusto. Llevo intentando pasar a través de él cuatro días seguidos. Ayer ya en la madrugada desistí, pues me había pasado todo el día intentando romperlo, sin éxito. Esta mañana volví a probar. Pero es demasiado grueso. Mañana lo intentaré otra vez.

                      Lunes
¿Es acaso esto una enfermedad? Me estoy preocupando. Ayer, mientras paseaba hacia el páramo con Guillem, sucedió algo extraño. De pronto se detuvo en seco y observó espantado una mancha espesa y abultada que sobresalía en el camino. Sus ojos miraban con horror el cadáver de un gato desmembrado como resultado de un grave accidente, o un terrible crimen.

-Qué deplorable, ¿qué desalmado habrá hecho esto?

Y mientras tanto señalaba con su bastón al animal muerto. Tras aquel incidente nuestro paseo se vio afectado, y fueron varios los minutos en que anduvimos en silencio, hasta que Berta se encontró con nosotros y nos distrajo con las últimas novedades que se contaban en la ciudad. Las primeras palabras de Guillem aún estaban teñidas de dolor, y su garganta temblaba. No había duda de que había estado sufriendo mientras caminamos. Sin embargo no sentí nada.

                      Martes
Berta no ha parado de hablar en todo el día sobre la forma en que la mira Guillem, qué sutileza había en su forma de dirigirse a ella, como un caballero, como si ella fuera una diosa. Ella no paraba de reír, y yo la acompañaba, aunque más por comportarme acorde con la escena que por el hecho de divertirme realmente.

-Pero tú, ¿nunca has sentido algo así? ¡Tiene que haber alguien! – me decía, mientras saltaba a la cama llevándose las manos al pecho y soltando sonoramente todo el aire de sus pulmones, escrito en él el nombre de nuestro amigo.

Pero las relaciones están hechas para cierto tipo de personas. Además, yo no siento nada.

                      Jueves
Los pajarillos se arremolinan en la ventana y pían. Papá les puso comida y agua en unos platitos, para que se acerquen cuando quieran. Aunque una parte de mí es consciente de lo hermosa que resulta la escena, yo no la siento hermosa. Otra parte más grande de mí sabe que debería llorar ante tal desgracia, ante el hecho de no sentir. Pero la verdad es que no noto que ninguna lágrima quiera brotar de mí. Aunque quisiera, estoy vacía.
Abro el libro que estoy leyendo y prosigo la lectura donde la había dejado. De alguna manera, los personajes vuelan sobre el papel y mis ojos saltan de una línea a otra, y sin embargo, no soy capaz de recordar nada de lo que haya leído. Continúo la actividad, aun así; en cualquier momento todo volverá a la normalidad, me digo.

                      Viernes
¿Estoy loca o enferma? ¿Es posible curar una forma de ser?
Un fantasma se ha instalado en mí –y tengo la sospecha de que no va a irse nunca.
Sé que podría describir esta sensación de vaciedad, pero no puedo; no puedo expresar la nada con palabras.

                      Sábado
Guillem y Berta proponen excursión a la montaña Papillons. Acepto, porque no quiero que sospechen nada de lo que me pasa. Aunque sé que de alguna manera lo sospechan. Fingir normalidad para evitar que nadie descubra lo que sucede, pero fingir, al fin y al cabo. Me quede en casa como si no, saben que algo va mal.

                      (Sábado noche)
El día ha ido mucho mejor de lo previsto… ¡mucho!
En un primer momento, la conversación entre Guillem y Berta hacía que no tuviera que preocuparme por sacar palabras de mi boca. Me sumergí con tranquilidad en mi mundo de pensamientos –que consistían, sobre todo, en resolver la duda existencial de por qué no sentía nada-. La mañana era clara y el cielo azul, impío. Nos sentamos a comer en un claro donde extendimos un pequeño mantel de cuadros. Ya no había excusas para no hablar, así que me uní a la conversación para no ser un mueble. La brisa fresca nos acariciaba y los pájaros piaban a lo lejos, mientras se escuchaba el murmullo del río. Identifiqué ese momento como uno en los que supuestamente debería estar feliz.
Tras llenarnos, echamos una larga siesta. Sin la necesidad de hablar ni pensar, mi cuerpo debió viajar a otro sitio. Cuando despertamos el cielo estaba de un hermoso y enrarecido color púrpura.
Reconocimos la silueta del señor Magallanes de pronto, el cual venía a la carrera hacia nosotros sujetando su sombrero abombado con la mano.

-Pero… ¡señor! ¡Llevamos todo el día buscando a los señoritos! Estas dos muchachas, y este muchacho… ¡desaparecidos, todo el día!

Continuaba hablando jadeante y exaltado, mientras sus mejillas encendidas por el sofoco cada vez enrojecían más. Un trueno atravesaba el valle en ese instante para segundos después dejar paso a la luminosidad del rayo. Los ojos de Berta brillaban mientras aguantaba la risa. De pronto una tromba de agua cayó y lo empapó todo. El mantel de picnic se convirtió en una terrible mezcla de servilletas rotas y agua en los platos. Magallanes continuaba su charla en voz terriblemente más alta, para poder contrarrestar a la lluvia. En ese momento la fuerza del agua pudo con el contenido de una rama que se encontraba justo sobre nuestras cabezas; y el nido construido por algún pájaro cayó de la misma, yendo a parar directamente sobre el sombrero abombado de Magallanes, el cual paró su discurso en seco, se convirtió en púrpura y comenzó a echar humo por las orejas.
Berta explotó y me sorprendí al hacerlo yo también. Guillem también reía. Reí como hacía meses que no hacía, y cada vez que estaba a punto de parar reía aún más fuerte.
Nos levantamos riendo, recogimos riendo, y seguimos corriendo hacia la ciudad al malhumorado Magallanes, también riendo. Por fin llegamos a un lugar donde resguardarnos. Tomamos chocolate caliente y mi piel, ropa y pelo se iban secando poco a poco. Esa sensación me llenaba tanto como los pájaros que venían a cantar a la ventana.
Mientras contábamos historias, hubo un momento en el que, inexplicablemente, mis ojos se humedecieron y antes de que lo notara nadie tuve que esforzarme sobremanera para no llorar. Supuse que era la emoción  de mi propio cuerpo al sentirse vivo de nuevo.
Cuando llegué a casa estaba cansada, pero aun así quise contarle a mi familia el día que habíamos pasado. Tras cambiarme de ropa, papá me invitó a ayudarle con unos trabajos de astronomía. Vi por primera vez a Júpiter a través del telescopio.

-Se cree que hay muchas más galaxias como la nuestra. Y quién sabe, cuántos planetas, cuántas más pequeñas y curiosas como tú andan por ahí arriba… No sé cómo puede existir alguien que aun contemplando la vasta hermosura del espacio y de este universo pueda sentirse desdichado.

Tras besarle me fui a la cama. Tenía razón. Pero no había sido capaz de sentirlo hasta hoy, desde hacía mucho tiempo. ¡Qué hermoso es este estado de felicidad, y qué terrible cuando te lo arrebatan! Pero aún no estoy segura de si ya estoy curada del todo.

                      Martes
Escribir poco es buena señal. Estos días no se han visto nublados por la tristeza, o lo que es peor, por la ausencia de emociones. Ayudo a papá por las noches a explorar el universo, y él me cuenta historias. Es todo un privilegio. Me da pereza explicarlo todo, pero lo único que puedo decir es que hay grandes verdades ahí fuera que esperan ser descubiertas, y que somos tan pequeños que todas nuestras guerras, tristezas y peleas son aún más absurdas cuando eres consciente de que no somos más que un punto en un gran abismo.
El muro empequeñece.

                      Miércoles
Por fin. Estoy curada. Aunque me aterra no saber cuándo volveré a perder la sensibilidad, al menos me siento humana.
Lo he descubierto como se suelen descubrir las cosas más importantes sobre una misma: leyendo lo que otros han sentido.
Fue este poema de Emily Dickinson:

"Sentí un funeral en mi cerebro,
los deudos iban y venían
arrastrándose -arrastrándose -hasta que pareció
que el sentido se quebraba totalmente -

y cuando todos estuvieron sentados,
una liturgia, como un tambor -
comenzó a batir -a batir -hasta que pensé
que mi mente se volvía muda -

y luego los oí levantar el cajón
y crujió a través de mi alma
con los mismos botines de plomo, de nuevo,
el espacio -comenzó a repicar,

como si todos los cielos fueran campanas
y existir, sólo una oreja,
y yo, y el silencio, alguna extraña raza
naufragada, solitaria, aquí -

y luego un vacío en la razón, se quebró,
caí, y caí -
y di con un mundo, en cada zambullida,
y terminé sabiendo -entonces –".


Cerré el libro y lloré –creo que eché todo un mar-. Cuando terminé de llorar, nunca me había sentido tan feliz de haber sentido algo. Estoy curada, por fin, y se fueron los días en los que hubiera leído esto y no hubiera sentido nada. 

lunes, 15 de diciembre de 2014

fragmentos

“Me preocupa no saber quién seré; ni siquiera ser quién quiero ser; pero bien sé que hay que elegir. Querría andar por caminos seguros, que lleven solo allí adonde habría decidido ir; pero no sé; no sé lo que debo querer. Siento mil identidades posibles en mí; pero no puedo resignarme a no querer ser más que una. Y me asusto, a cada instante, a cada palabra que escribo, a cada gesto que hago, de pensar que es un rasgo más, imborrable, de mi figura, que se fija; una figura dudosa, impersonal; una figura cobarde, puesto que no he sabido elegir y delimitarla fieramente./
Señor, concédeme no querer más que una cosa y quererla sin cesar.”

(André Gide)


domingo, 14 de diciembre de 2014

Simone

Siento como si te hubiera conocido. Me susurras en las paradas de autobús, te busco en todos los trayectos en el tren, en cada hueco libre de mi existencia. Prefiero quedarme contigo a solas un poco más y así alargar la mayoría de mis días.
Guardaba tus ecos y los abría, los cerraba, los revisaba a mi antojo. Escuchaba lo que quería oír, dejaba que me dijeras una y otra vez mis frases favoritas.

¿Y qué más da ser joven y sentirme perdida? Tú ya vives por mí.

Las aventuras que se cuelan en tus páginas son el reflejo violento de todo aquello que sueño, pero que quién sabe si me atreveré a hacer algún día. Tus viajes solitarios, tus 9 horas de senderismo, tu auto-stop, tu espíritu rebelde.

Me enseñas formas de amar exóticas, extrañas, que nunca creí posibles. Me enseñas la importancia de las relaciones humanas. Me enseñas que "no se nace mujer". Me enseñas la belleza de vivir la vida, pues está hecha para ser vivida. Te paras, observas, te dejas llevar por el mundo. Nunca llegaste a creer en el Otro, esa realidad intocable, de la cual te han hablado, pero que nunca llegas a mirar de frente, como un molesto ruido que desaparece cuando escuchas, como una sombra que no está cuando giras la cabeza. Como la muerte, hasta que supiste que eras mortal, y comenzaste a preocuparte por ella.

'Plenitud de la vida', para ti comenzó a mi edad. Qué extraño, sentirte tan cerca, cuando tú estás bajo tierra, en algún lugar junto con los huesos de Sartre.

Te sentiste mucho tiempo incomprendida, y quisiste consagrarte a la literatura - y nunca dejaste de intentarlo, no publicaste hasta los 30.- Y viviste una hermosa vida.

Supiste quién querías ser y te creaste.


miércoles, 3 de diciembre de 2014

Sobre la felicidad

"No creo que me diera cuenta en mis 20 que nadie te completa. Eres responsable de tu propia felicidad. No lo supe hasta que no tuve 31 años. No fue fácil darme cuenta, el "espera, soy puramente responsable de mi vida -ni relaciones,ni hijos, ni nada va a hacer que seas una persona feliz. Cada día tienes que elegir y cultivar tu propia felicidad."
(Reese Witherspoon)

Hay pequeños momentos y personas que te hacen darte cuenta de que la felicidad no es algo que llega de la nada. Puedes elegirla.

Me causa ansiedad saber que todo el mundo a mi alrededor tiene clara la dirección que va a tomar su vida, y comienza a moverse hacia delante. ¿Y yo? ¿Me voy a quedar varada, atrapada por mis inseguridades? ¿Acaso no tengo claro lo que quiero o en el fondo lo sé pero no me atrevo a perseguirlo? Si pudiera mirar a la niña que fui alguna vez, ¿podría decirme con orgullo "lo hice. nunca dejé de soñar. nunca dejé de ser curiosa, ni de ser ingenua, ni de sonreír y confiar. nunca te decepcioné"?

Extrañamente escribo muy poco. Últimamente (estos últimos tres años) mi diario ha sido un gran cuaderno de cuadros caótico en el que nunca llego a contar nada. Qué extraña etapa de improductividad. Tan caótico como la organización de este blog. Aún así, siento que hay cosas que tengo que compartir de alguna manera con el mundo, como estos pensamientos de madrugada y los siguientes vídeos, de momento.

lista de dos de la madrugada. 

1. Hellsong - Paranoid (Cover de Black Sabbath). Da igual haber escuchado la original para apreciarla (aunque choca más si se ha hecho) es preciosa.


2. -En las películas, está la actriz principal y la mejor amiga. Iris, yo diría que eres una actriz principal, pero no sé por qué, te comportas como una mejor amiga. (Vacaciones)


3. La vida que nunca me atreveré a tener, pero que siempre admiraré.

4. La gran Chimamanda Adichie

5. Nunca me quedó tan claro que la felicidad es una elección. 



lunes, 24 de noviembre de 2014

Un infierno en la tierra

"Existe mucha diferencia entre denunciar el mal y hacer el bien." (Philip Gourevitch)

Estoy leyendo un libro.
No es noticia que yo esté leyendo, puesto que lo hago con frecuencia... Pero para mí, es una importante noticia estar leyendo este libro. Y para vosotros, si es que os animáis a anotar el título de esta recomendación, también será una gran noticia.

Es un libro grueso, un libro que leo entre viaje y viaje en el tren, camino a la universidad. Un libro lo suficientemente importante como para despertarme como lo harían tres cafés a las 9 de la mañana, y para coger con ganas en cualquier rato libre de la vuelta a casa.

Podría llamarse tan sólo "Historias de Ruanda", pero el autor escogió un título más llamativo: 

"QUEREMOS INFORMARLE de que MAÑANA SEREMOS ASESINADOS con NUESTRAS FAMILIAS. 
Historias de Ruanda."
Philip Gourevitch.

El impacto que produce el leer esta frase, procedente de una carta que redactaron los pastores de un pueblo tutsi el 15 de abril de 1994 como pedida de auxilio al pastor Ntakirutimana es claro, y es el mismo impacto que produce la primera línea del libro, y la decimoctava, y la número cinco mil quinientos cuarenta y dos.
Las primeras conclusiones que saqué, sobre mi visión de este mundo, fueron claras:

1. El mundo es un lugar cruel. El ser humano llega a límites insospechados a la hora de hacer el mal. Aquellos que temen el avance de la ciencia como instrumento de maldad contra las personas están equivocados. No es necesaria demasiada tecnología para provocar el horror humano. Tan sólo un machete. 
2. Dios no existe.
3. Definitivamente, Dios no puede existir.
4. ¿Y esto pasó en 1994? ¿Tan reciente? Y no se habla de ello, y sólo se habla de un genocidio. ¿Por qué hay víctimas que son más importantes que otras?  ¿Qué pasa con todos los genocidios que no conocemos, de los que no se habla?
5. Espera... ¿CUÁNTO HAY QUE NO CONOZCO? ¿Podría dormir por las noches si lo conociera todo? 

Las historias espeluznantes y la situación de las familias que saben que van a ser masacradas -y efectivamente, la mayoría de ellas cumplen con su destino- suceden y sólo puedes pensar, en que lo peor de todo es que el ser humano es capaz de hacer el mal en cualquier momento. Vecinos mataban a vecinos con los que el día anterior habían estado charlando en su casa. El odio es muy fácil de inspirar, demasiado fácil. Y da miedo saberlo.

Y lo peor de todo es que países que habían proclamado que jamás dejarían que sucediera un genocidio tras la Segunda Guerra Mundial, alentaban esa situación, la apoyaban, miraban a otro lado, la denunciaban pero no hacían nada al respecto... Valientes papeles de Bélgica, Francia, el propio Vaticano, la ONU, Estados Unidos... Una lee y cree que es ciencia ficción. Pero no. Es política internacional. La Declaración de los Derechos Humanos se abanderó, sí, ¡con el fin de protegernos a nosotros, no a los demás! 

Merece muchísimo la pena leer este libro, sobre todo para saber de una historia de la que no se habla. Nunca había leído con atención la historia de Ruanda, de hutus y tutsis. Sé que me queda mucho por aprender. También merece la pena para plantearse cuestiones sobre la humanidad, y para saber sobre qué hacen los países en estas situaciones. Sobre todo, para pensar en qué efecto psicológico tenía -de lejos, tratar de ponerse en la piel de los supervivientes y los que perecieron, porque una situación así no se la imagina nadie- en la gente saber que puedes morir en cualquier momento, mirar a los ojos a tu asesino, reconocerle como el que ayer te daba una palmadita de amistad en la espalda. 

Recordé una de las primeras páginas de La insoportable levedad del ser, cuando el autor habla de que si se cumpliera el eterno retorno, nada tendría sentido, como interminables guerras en África que nadie jamás llegaría a conocer. No me gusta hablar de África en general, porque no es un país, es un gran continente. Pero me llamó mucho la atención esa parte, sobre todo porque conecta con un pensamiento que me inquieta y me entristece. Mi cerebro imaginó a millones de personas muriendo una y otra vez, desesperadas, mudas. Sin repercusiones externas, sin consecuencias más allá que su propia muerte. Es precisamente lo que sucede. ¿Qué sentido tiene el sufrimiento humano? ¿Qué sentido tiene el sufrimiento que genera una dictadura, una catástrofe, un genocidio, una tortura en medio de un lugar donde nadie mira dos veces salvo de cuando en cuando? Cuando mueren 800.000 personas en cien días y el mundo sigue igual... te preguntas por qué la vida humana parece tener un valor distinto según la región geográfica. 

Si un humano no tiene valor, entonces ¿qué lo tiene?

El sentido del mundo está dentro de mundo. Da mucho coraje pensar que han existido ciertos tipos de infiernos en la tierra, y que existen actualmente más infiernos. También es difícil darse cuenta de que el cielo también se construye en la tierra. Aunque me haya quedado muy bíblico, es la verdad. O aprendemos a convivir o acabamos todos muertos que ya seguirá el mundo sin nosotros. Y denunciar el mal no es suficiente. 

sábado, 8 de noviembre de 2014

Parte, corre tu aventura...

¿Cuántas veces correrás hasta perder el aliento?
¿Cuántas veces esquivarán los huecos de tus dedos
la espuma de olas rugientes?
¿Cuántas veces te deleitarás con la sensación
de alzar un pie al vacío, y decir:
"aquí estoy, corriendo el riesgo;
aquí decido quedarme"?

¿Te partirás el alma cien veces?
¿Renacerás ciento una?
¿Te atreverás a perseguir tus sueños,
serás un cometa incandescente?
¿O te quedarás ahí abajo,
viendo el tiempo pasar?

Que no te de miedo partir en busca de aventuras;
ya lo hicieron otros antes.
La misma tierra que habitas la poblaron en antaño
piratas con polvo en los dientes
y sudor pegajoso en sus camisas
poetas con dedos sucios
y pelo impoluto
guerreras con valentía ardiente
plateada, refulgente.

En esta misma tierra,
mientras estás ahí sentada.

Que no te ciegue la modernidad
eres tan humana
como la primera persona que alzó la vista al cielo
en una noche de verano
y se quedó maravillada por la luna.

Los mismos miedos, los mismos anhelos.
Los mismos sueños y esperanzas.
Parte, corre tu aventura.
Y quizá, en un futuro muy lejano,
en miles de años,

alguien se acordará de ti
y te agradecerá, haber corrido el riesgo.

Y leerá tus historias,
y soñará por las noches.
Heroína de tiempos lejanos.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Sobre el día en que me di cuenta de que me habia enamorado de Amanda Palmer, Neil Gaiman y Octavia E. Butler.

Llega un momento en que, de pronto, sabes que has cambiado para siempre y que nunca volverás atrás.
De pronto el mundo se vuelve una viva paleta de colores que nunca habías imaginado con la que experimentar a tu placer. Observas los pigmentos que tiñen el lugar donde estás, tu interior, tus pensamientos, todo lo que eres. Y de pronto quieres repintarlo todo. Te mueres por mancharlo todo. Quieres hacer tantas cosas que ya no hay horas suficientes en el día. La perspectiva de un mañana se torna clara, y excitante. El mundo está vivo, y es maravilloso, y tú estás preparada para caminar por él. Y no es este el asombroso y aterrador hecho que ha trastocado cada fibra de tu ser: es que acabas de descubrirlo.
Te das cuenta de que tienes tanto que ofrecer que no te cabe en el pecho. Te va a estallar la cabeza por las ideas y el tórax se dobla ante la fuerza de tu ímpetu redescubierto, renacido, lo más profundo de ti. Te levantas a las 2am con una energía incontenible que te obliga a poner patas arriba tu habitación, correr a escribir el cambio que has sentido, pintar un cuadro o agarrar la guitarra. Dan las 5 de la mañana y sigues despierta.
De pronto te das cuenta… De que a partir de ahora las personas que decidirás que se queden en tu vida van a tener un perfil muy distinto de las que habrías dejado entrar en otro tiempo. Te das cuenta de que el hombre que sea capaz de enamorarte necesitará, nada más y nada menos, estar hecho de colisiones de estrellas, lluvia y risa resonante. Y de pronto entiendes, por qué ciertas personas se fueron en el momento en que lo hicieron, y por qué siempre llegarán otras. Por qué es maravilloso conservar a las amistades con las que has crecido –os hacéis mujeres al mismo tiempo, sois los mejores testigos de vuestros cambios cualitativos-. Ya no duelen los adioses pasados ni las eternas noches de desolación en las que él no llamaba. Fue la forma en que la vida te obligó encontrarte a ti misma antes, porque eso es lo más importante.

Te estás enamorando de lo mejor que puedes ser. Y esa, es la mejor de las maravillas.


Y todo este cambio puede suceder en una noche. En una hora. En lo que tardas en leer la página 96 del libro que está a punto de cambiar toda tu perspectiva. Te asombras de cómo, cómo tu vida y tu ser ha cambiado en su totalidad –las metas hacia las que te mueves, los sueños que amueblan tu cabeza, tus planes de futuro, tu decisión de ser feliz-, a pesar de la constancia del exterior, a pesar de la ignorancia del mundo de esta revelación singular y sobrecogedora que te acaba de robar el alma –y de la que tú, sólo tú, eres consciente-. El mundo gira igual y lo único que ha cambiado es tu perspectiva, algo que nadie puede ver. Tu vida en el presente sería la misma en caso de no haber dado con tal revelación… Y te sobrecoge, pensar, la fragilidad y pequeñez que tienen los pensamientos, y qué poderosos son que, aun siendo invisibles, aun ocupando apenas un segundo de tiempo, tienen la fuerza suficiente para cambiar el rumbo de toda una vida, y el rumbo del mundo.

jueves, 24 de julio de 2014

"El favorito de las damas"




Siempre que intento pensar en algo de lógica, mis pensamientos son tan vagos que nada llega a cristalizar.  Lo que siento es la maldición de aquellos que sólo han tenido el talento a medias; soy como un hombre al que llevan una y otra vez por un oscuro corredor y justo cuando está en la mitad la luz se va y se queda solo.



A continuación dijo que son muy pocos los que no pierden el alma. Dijo que todo dependía de tener una gran meta en la vida a la que ser fiel. Dijo que creía que dependía más del sufrimiento y de la capacidad de soportarlo. Me quedé sorprendido: no era lo que yo esperaba de él.



Soy uno de esos casos que quizá no resulten extraños hoy en día: tuve una tarea, no la llevé a cabo y ahora el fracaso está arruinando mi vida. Debería haber hecho algo positivo con ella, debería haberme convertido en una estrella del cielo. En lugar de eso he permanecido apegado a la tierra, y ahora me estoy extinguiendo gradualmente. Mi vida se ha vuelto realmente absurda, pues sólo consiste en episodios fútiles. La gente que hay a mi alrededor no lo ha notado y no lo entendería; pero sé que tengo una deficiencia fundamental. Alégrate, si es que no comprendes de qué estoy hablando.

Los seres humanos son un bálsamo para mí; y al mismo tiempo un tormento.



He pensado continuamente en quitarme la vida, y la idea todavía me acecha a veces. Me he hundido en lo más hondo. ¡Ójala nunca te veas en esta situación! ¿Alguna vez seré capaz de salir de nuevo a flote? Bueno, ya veremos.

No lo entiendes. Cuando estoy enfrascado en alguna labor siempre tengo miedo a morir antes de acabarla.



Y ahora, sólo una petición más: que sea breve y amable conmigo. Dígame que “no” rápidamente, y no con excesiva lentitud; es esa una delicadeza austriaca que mis nervios no tendrían la fuerza de soportar, por el momento.


Tras cinco meses devuelvo la biografía de "Ludwig Wittgenstein: el deber de un genio". A fuerza de desear tenerle aunque sea contenido en un libro, he guardado esta obra en mi casa, y ahí ha estado rondando como un espíritu invisible. Los correos de la biblioteca me han obligado a tomar la honesta decisión de abandonarlo.  Wittgenstein y su fuerza inquebrantable, me enamoré desde las primeras páginas y aún hoy ese amor perdura. ¡Cómo desearía tener una máquina del tiempo e ir a visitar a ciertos personajes! Parece mentira que ciertas personas hayan existido, tan peculiares, tan sensibles y singulares, tan más allá de su época...

sábado, 19 de julio de 2014

sturm und drag



Elijo dejar de seguir las normas que me fijé hace tiempo, cuando decidí protegerme del mundo. Es de cobardes elegir que no me hagan daño. Quiero sentir la hiel en la sangre, el fuego en la garganta. Quiero que me tiemblen las rodillas, quiero que me lata el corazón tan fuerte que cincuenta sirenas no logren detenerlo. Que en mi estómago revoloteen mariposas, que choquen las costillas y me ahoguen por morir de risa. Que deba sujetarme a mí misma de no contener tanta felicidad; que me desgarre tu ausencia tan hondo que lo note en los huesos y sepa que eres real.

Hace tiempo que decidí no dejarme caer en caída libre.
Conjuré como Lady Macbeth que se espesara mi sangre.
¿Y si el hechizo es irrevocable?
¿Y si al ladear el cántaro de mis propias emociones me encuentro con que de él no sale más que el aliento de la nada?

Ya no estoy segura de si es cierto todo lo que devoro en la ficción, esas vidas llenas de emoción e intensidad. ¿Acaso la realidad es tan sólo un interminable estado de insatisfacción? O son los cristales de mi percepción amurallada los que me impiden sentir el calor en la piel, las flechas en el corazón y la impaciencia en el estómago. Hay emociones que hace mucho que no siento más allá de los libros. 

Debo soltarme, debo reentrenarme para hacer caso a lo que me pide el cuerpo y el corazón. Impedir sentir lo malo también me impide sentir lo bueno. Tengo que volver a mi naturaleza visceral, implique lo que implique.

¿No es de eso de lo que mueren los héroes en la literatura? De doler en carne viva, de amar hasta perder el sentido, de llorar de felicidad. De adorar la vida hasta tal punto que parezca irreal. De caer y levantarse, de reflejarse en las pupilas de los otros.

Hace seis años era una Werther empedernida, que tras el pasar el tiempo se volvió una loba esteparia.

Pero una se da cuenta de que sólo hay una vida y que crearse un caparazón para no ser vulnerable te impide vivirla...

domingo, 6 de julio de 2014

i.


Balada clara que corta el aire.
Su filo suaviza cuando anochece. 

Mis oídos no parecen cansarse del soliloquio que nace de tu garganta.
Y me quedo atrapada
en las esquinas de tus frases,
enredada en los acordes del violín de tu voz grave.

Tu voz,
escapa en tandas de compresión de aire,
que se dobla, que se pierde.
Que renace en la risa que ha jugado a pasar 
por ese filtro en forma de curva
(trampa letal,
hermoso tesoro invisible).

lunes, 30 de junio de 2014

Viajar

Siempre he pensado que cuando viajas ganas mucho más de lo que podrías imaginar.
De cuando en cuando, cuando te cruzas con alguien, puedes ver en sus ojos si ha viajado mucho o poco.
Viajar te libera la mente de una forma indescriptible.
Te expande por dentro.
Te hace conectar más y más con el mundo.
Te hace amar de una forma que jamás pensarás que lo harías.

Es cierto que es posible enamorarse de una ciudad como lo harías de una persona.
¿Quién no recuerda la oda que hace de "Manhattan" Woody Allen?

Yo también me he enamorado, en apenas un mes.
Tras mirarla de pasada, vestida de un verde que jamás había conocido, llegué a pensar que tampoco era mi lugar. Tras cuatro días, me demostró que era mucho más de lo que pudiera imaginar.
Cuanto más conocía de ella más me enamoraba, y cuanto más me perdía en ella más me encontraba a mí misma.
También exploré sus alrededores. No puedo encontrar las palabras para describir sus maravillas.
¿Sabes esa libertad de felicidad completa, de haber encontrado tu lugar favorito en el mundo?

Nunca me cansaría de admirar ese verde en las colinas, con las casas aisladas gritando las historias de las familias que allí viven.
Nunca me cansaría de admirar el especial azul del mar bravo bajo la lluvia, el viento, las nubes grises.
Esas cuatro estaciones en un sólo día.
La calidez de la gente.
La historia marcada en cada esquina.

Irlanda.








viernes, 30 de mayo de 2014

conversaciones en las que descubrirse


Los hielos tañían dentro de su bebida fría, mientras chocaban unos con otros en una deliciosa y refrescante orquesta, a medida que él posaba el vaso en la mesa para después alejar sus dedos de yemas congeladas.

-          No entiendo a la gente que hace las cosas varias veces.
-          ¿A qué te refieres? – pregunté, con la sospecha de que no me iba a gustar lo siguiente que iba a decir.
-          Sí… Pues la gente que ve la misma película varias veces, o el mismo capítulo miles de veces. Yo como mucho veo una película dos veces, ¿para qué más?

Procesé esa información e intenté ponerme en su piel. Me asombra la diversidad humana. Mientras que algunas personas están viendo por trigésima vez el final de Casablanca mientras se encogen en su sofá y se enrollan con la manta, otras simplemente no le ven el placer a hacer lo mismo una y otra vez.

El mundo suele dividirse normalmente en dos bloques: los que sí y los que no.

Los que tienen una banda favorita y se han vuelto locos en la adolescencia por ella y los que no, y además no parecen conocer esa sensación (sí, te miran a los ojos y te lo dicen con naturalidad mientras abres la boca de la sorpresa y piensas en los posters y fotos de Green Day que cuelgan en tu habitación).
Los que les gustan Los Simpson y los que no.
Los que tendrían un animal en casa y los que no.
Los que aman las Matemáticas y los que no.
Los que adoran el verano y los que no.

Recordé al vecino de los huesos de cristal de Amélie, que lleva veinte años pintando el mismo cuadro, y misma la muchacha del vaso de agua. Recordé las cientos de veces que he visto Amélie y las veces que me ha hecho llorar de distintas maneras. También, por supuesto, mi afición a ver los mejores capítulos de mis comedias favoritas de los 90 una y otra vez, y también de los capítulos de Los Simpson. Cómo me emociono ante el anuncio de una película que ya he visto cuatro veces. Y cómo releo libros antiguos para recordar lo que se sentía al viajar en ellos. Será porque en el fondo, no haces lo mismo, pues ya me dijo un sabio profesor que todo depende del momento, y siempre ponemos parte de nosotros en aquello que hacemos.

Ligeramente enojada, le miré a los ojos y le repliqué con una de mis frases favoritas de La insoportable levedad del ser, cuando Milan Kundera explica cómo el perro de la protagonista es genuinamente feliz, porque cada día sabe que toca paseo, y cada día se emociona de la misma forma ante la puerta.

-          “La felicidad es el deseo de repetir”.

La mesa se rió y él entendió lo que quería decir.
Me pregunté cuántos noes y síes tiene la gente, y cuántos me dará tiempo a descubrir. 
Me pregunté también sobre los míos propios, y si alguien los llegará a conocer alguna vez del todo.  

lunes, 19 de mayo de 2014

Miedo (a lo desconocido)

April, siempre habrá gente idiota.
Siempre habrá accidentes.
Pero no es eso lo que te vence.

Es el miedo. 





sábado, 17 de mayo de 2014

La Vie.



Te regalé el Sol cada día.
(Me despertaba antes que tú para llevártelo).

Pensaba cada momento en cómo ingeniármelas para hacerte feliz al día siguiente.
A veces funcionaba. Entonces me amabas con locura. Pero siempre conseguía hacerte olvidar todo aquello que te había molestado, herido, desmotivado. Por muy malo que fuera lo que te hubiera pasado.

Pero otras veces me odiabas. Cuántas veces me gritaste y me dijiste que desearías no haberme conocido nunca. Y aun así, yo estaba ahí.

Cada vez que llorabas de rabia, yo estaba ahí.
Cada vez que habías tenido un mal día, yo estaba ahí.
Cada vez que un idiota te hacía daño, yo estaba ahí.
Cada vez que te enamorabas de alguien nuevo, yo estaba ahí.
Cada vez que me gritabas que me dejaba manipular por un tal Karma. 
Cada vez que me decías que era la causa de todas tus desgracias.
Seguía estando ahí.

Nuestra relación fue la más especial de todas las que tuviste nunca.
Me amabas, me odiabas, me volvías a amar. ¿Por qué seguíamos juntos?
La razón es sencilla: porque sabíamos que un día, inevitablemente, estaríamos separados. 
Por más que me doliera, llegaría el día en que tuviera que marcharme, y otro ocuparía mi lugar. 

Era curiosa la forma que tenía, esta verdad, de congelarte y hacer que me agarraras tan fuerte que aún tengo las marcas de tus uñas en mis brazos.

Y era la cosa más hermosa de todas, la manera en la que te aferrabas a mí.
Cuando te resbalabas y te asustabas, porque por más tonta que fuera la caída, siempre tenías  miedo a despertarte y no verme.
Cuando instintivamente tus pulmones te obligaban a volver a respirar tras bucear bajo el mar.

Siempre volvías a mí.
Recuerdo que había noches en las que te acostabas intentando imaginar cómo sería no volver a verme al despertar. Me lo comentabas en voz baja, y me decías que por más que lo habías intentado, era imposible. Era en estos momentos en los que veías las mejores cosas de mí. Cuando no eras capaz de imaginarte sin mí.  

La mayor parte de las veces perdíamos el tiempo. Cuando estabas ocupada, yo te acompañaba y tú te quejabas de tus quehaceres. Solías odiar la primera mitad del día y adorar la segunda. Te gustaba contarme qué cosas haríamos cuando tuvieras tiempo libre. Sin embargo, cuando esto sucedía, lo único que hacíamos era tumbarnos al Sol, disfrutando de nosotros. Bebías mi aliento mientras me devolvías el tuyo. Cerrabas los ojos y me sentías en tus suaves latidos. Te regalaba todo lo que querías, todo lo que había a tu alrededor. Era tuyo. Continuabas hablando conmigo sobre dónde querías viajar la próxima vez que tuviéramos tiempo libre. Entonces, decías, lo haríamos en serio, no como otras veces.

Aunque no lo creas, me sentía fatal las veces en las que te preguntabas qué ibas a hacer conmigo. Muchas veces, cuando te parabas a observarme –y cuando hacías esto tu ceño se fruncía, y callabas- leía en tu mirada que no te gustaba nada de lo que era. Te aburría. No te satisfacía. Pasaste muchas noches sin poder dormir, pensando en cómo podías cambiarme del todo, pero al final nunca te atrevías a hacerlo. Sólo me aceptabas, tal y como era. Te conformaste con lo que no te gustaba de mí. Pero ójala hubieras sabido que hubiera cambiado del todo, si tú sólo me lo hubieras dicho. Hubiera sido cualquier cosa que me pidieras. 
Ójala hubieras sabido que el control siempre lo tuviste tú. Hubieras sido más feliz, y hubiéramos hecho esos viajes que nunca te atreviste a hacer, y las aventuras que sólo sucedían en tu cabeza. 

Espero que mi existencia haya valido la pena.
Espero que cuando llegue el momento de separarnos, me recuerdes con cariño.
Espero que le hables bien de mí, a aquel que te recogerá en sus brazos en cuanto me vaya (ya está todo atado, nunca te dejaría sola). No tengas miedo de él. Aparecerá aunque no quieras. De hecho, muchas veces desearás que aparezca antes de tiempo.

Soy el amor más cardinal que has sentido,
soy el adiós más duro que nunca dirás,
soy el momento que más dura.

Mi límite es el tuyo,
Y cuando partamos lo haremos juntos.

Atentamente,
Tu Vida. 

miércoles, 14 de mayo de 2014

The power of three.

-Nuestras vidas han cambiado tanto. Pero hubo un tiempo, hubo años, en los que no podía vivir sin ti. Cuando las cosas comunes me volvían loca. Pero desde que nos trajiste de vuelta, desde que nos diste la casa, construimos una vida. No sé si podré tener las dos.
- ¿Por qué?
-Porque… Se tiran de ellas. Porque tiran de mí, y porque viajar se está empezando a convertir en escapar.
-Pero no es así.
-Venga… Mírate, cuatro días en un salón y te vuelves loco.
-No estoy huyendo. Pero esta es una esquina, de un país, de un continente, en un planeta que es una esquina de una galaxia, que es una esquina de un universo que siempre está creciendo y contrayéndose, y creando y destruyendo, y nunca permaneciendo igual por un solo milisegundo. Y hay tanto, tanto por ver, Amy. Porque se va muy rápido.
No estoy escapando de las cosas; estoy corriendo hacia ellas, antes de que desaparezcan para siempre. Y está bien. Nuestras vidas ya no son lo mismo. No pueden. Un día, pronto quizás… Se pararán. Lo he sabido desde hace mucho.
-Entonces, ¿por qué sigues viniendo con nosotros?
-Porque fuiste la primera. La primera cara que ésta cara vio. Y tú hiciste arder mis dos corazones, Amelia Pond. Y siempre lo harás. Estoy corriendo hacía ti. Corro hacia ti y hacia Rory antes de que desaparezcáis.
- No quiero que seas bueno conmigo.

- Sí, lo quieres, Pond. Y tú siempre obtienes lo que quieres…


Doctor Who. 4x07
The Power of Three


Él

     No entiendo por qué te infravaloras tanto.
Me quedé perpleja, y congelé el tiempo mirándole directamente a las pupilas. Esperaba que se explicara. Pareció adivinar lo que pensaba, así que continuó hablando.
     Eres… Eres frágil, pero a la vez eres la persona más fuerte que conozco. Eres como el vidrio. Hizo una pausa con los brazos en jarra y miró hacia el techo blanco, como si en él estuvieran escritas las palabras que iba a decir — Eres frágil, como el cristal, pero a la vez eres fuerte. Y cuando te rompen, eres capaz de reconstruirte sin que nadie pueda notar la diferencia.
Me imaginé el proceso de reciclado de una botella de vidrio de color verde. Me había gustado escuchar esas palabras. Me arrojé a él y hundí mi cara en su pecho.

     ¡Qué haría yo sin ti!


Conversaciones de autobús

“Es difícil ser yo. Me encantaría dejar de preocuparme por todo, dejar de… Me gustaría no levantarme todas las mañanas pensando que a los cuarenta años terminaré tirada en un parque, como todas esas personas que ves por la calle y te preguntas: ¿lo sabían? Cuando eran niños y jugaban con sus amigos en el patio de su casa, cuando su madre les preparaba su plato favorito por su cumpleaños y ellos se sentaban corriendo en la mesa y comenzaban a comer con avidez, felices, tan niños. ¿Podrían siquiera imaginar dónde acabarían en la mitad de su vida? Tengo miedo… De ser de esas personas. También me aterra saber que me hago mayor. Creo que mi mayor miedo es no volver a tener cosas a las que nunca presté importancia, y que cuando quiera recuperarlas, no pueda hacerlo nunca. Como la felicidad antes de volverme una mendiga, o antes de despertarme un día sabiendo que los mejores días de mi vida… Ya pasaron. Y que soy vieja.”
Esperé respuesta durante unos segundos, y por un momento pensé que no iba a decir nada. Finalmente los músculos de su ajada cara se pusieron en movimiento, y costosamente, como un coche antiguo al que le cuesta arrancar, permitieron al hombre emitir sonido. “Me has dicho que tienes diecinueve años. Aún tienes toda la vida por delante. Alegra esa cara de amargada y deja de pensar tanto”.
El anciano se fue dejándome sola en la marquesina, rodeada de una atmósfera de humo y ruido, la respiración de Madrid. Esto sucedió esta misma mañana. El desconocido no me quiso escuchar, y necesito que alguien lo haga. Es por ello por lo que estoy escribiendo esto.
Eres mi primer diario.



Templo yermo.


Alguna vez noto el temblor de una chispa naciente en esta tierra inerte.
Brotaron amapolas pero al final murieron cuando dejé de regarlas con mis lágrimas.
Desde entonces ando en busca de un nuevo Sol.
Quiero regalar este jardín.
Cuando lo traspases con el eco de tu voz la tierra temblará.

Y lloverá. 


El gris es el color de los hechizos.