Llega
un momento en que, de pronto, sabes que has cambiado para siempre y que nunca
volverás atrás.
De
pronto el mundo se vuelve una viva paleta de colores que nunca habías imaginado
con la que experimentar a tu placer. Observas los pigmentos que tiñen el lugar
donde estás, tu interior, tus pensamientos, todo lo que eres. Y de pronto
quieres repintarlo todo. Te mueres por mancharlo todo. Quieres hacer tantas
cosas que ya no hay horas suficientes en el día. La perspectiva de un mañana se
torna clara, y excitante. El mundo está vivo, y es maravilloso, y tú estás
preparada para caminar por él. Y no es este el asombroso y aterrador hecho que
ha trastocado cada fibra de tu ser: es que acabas de descubrirlo.
Te
das cuenta de que tienes tanto que ofrecer que no te cabe en el pecho. Te va a
estallar la cabeza por las ideas y el tórax se dobla ante la fuerza de tu
ímpetu redescubierto, renacido, lo más profundo de ti. Te levantas a las 2am
con una energía incontenible que te obliga a poner patas arriba tu habitación,
correr a escribir el cambio que has sentido, pintar un cuadro o agarrar la
guitarra. Dan las 5 de la mañana y sigues despierta.
De
pronto te das cuenta… De que a partir de ahora las personas que decidirás que
se queden en tu vida van a tener un perfil muy distinto de las que habrías
dejado entrar en otro tiempo. Te das cuenta de que el hombre que sea capaz de
enamorarte necesitará, nada más y nada menos, estar hecho de colisiones de estrellas,
lluvia y risa resonante. Y de pronto entiendes, por qué ciertas personas se
fueron en el momento en que lo hicieron, y por qué siempre llegarán otras. Por
qué es maravilloso conservar a las amistades con las que has crecido –os hacéis
mujeres al mismo tiempo, sois los mejores testigos de vuestros cambios
cualitativos-. Ya no duelen los adioses pasados ni las eternas noches de
desolación en las que él no llamaba. Fue la forma en que la vida te obligó
encontrarte a ti misma antes, porque eso es lo más importante.
Te
estás enamorando de lo mejor que puedes ser. Y esa, es la mejor de las
maravillas.
Y
todo este cambio puede suceder en una noche. En una hora. En lo que tardas en
leer la página 96 del libro que está a punto de cambiar toda tu perspectiva. Te
asombras de cómo, cómo tu vida y tu ser ha cambiado en su totalidad –las metas
hacia las que te mueves, los sueños que amueblan tu cabeza, tus planes de
futuro, tu decisión de ser feliz-, a pesar de la constancia del exterior, a
pesar de la ignorancia del mundo de esta revelación singular y sobrecogedora
que te acaba de robar el alma –y de la que tú, sólo tú, eres consciente-. El
mundo gira igual y lo único que ha cambiado es tu perspectiva, algo que nadie
puede ver. Tu vida en el presente sería la misma en caso de no haber dado con
tal revelación… Y te sobrecoge, pensar, la fragilidad y pequeñez que tienen los
pensamientos, y qué poderosos son que, aun siendo invisibles, aun ocupando
apenas un segundo de tiempo, tienen la fuerza suficiente para cambiar el rumbo
de toda una vida, y el rumbo del mundo.
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