jueves, 24 de julio de 2014

"El favorito de las damas"




Siempre que intento pensar en algo de lógica, mis pensamientos son tan vagos que nada llega a cristalizar.  Lo que siento es la maldición de aquellos que sólo han tenido el talento a medias; soy como un hombre al que llevan una y otra vez por un oscuro corredor y justo cuando está en la mitad la luz se va y se queda solo.



A continuación dijo que son muy pocos los que no pierden el alma. Dijo que todo dependía de tener una gran meta en la vida a la que ser fiel. Dijo que creía que dependía más del sufrimiento y de la capacidad de soportarlo. Me quedé sorprendido: no era lo que yo esperaba de él.



Soy uno de esos casos que quizá no resulten extraños hoy en día: tuve una tarea, no la llevé a cabo y ahora el fracaso está arruinando mi vida. Debería haber hecho algo positivo con ella, debería haberme convertido en una estrella del cielo. En lugar de eso he permanecido apegado a la tierra, y ahora me estoy extinguiendo gradualmente. Mi vida se ha vuelto realmente absurda, pues sólo consiste en episodios fútiles. La gente que hay a mi alrededor no lo ha notado y no lo entendería; pero sé que tengo una deficiencia fundamental. Alégrate, si es que no comprendes de qué estoy hablando.

Los seres humanos son un bálsamo para mí; y al mismo tiempo un tormento.



He pensado continuamente en quitarme la vida, y la idea todavía me acecha a veces. Me he hundido en lo más hondo. ¡Ójala nunca te veas en esta situación! ¿Alguna vez seré capaz de salir de nuevo a flote? Bueno, ya veremos.

No lo entiendes. Cuando estoy enfrascado en alguna labor siempre tengo miedo a morir antes de acabarla.



Y ahora, sólo una petición más: que sea breve y amable conmigo. Dígame que “no” rápidamente, y no con excesiva lentitud; es esa una delicadeza austriaca que mis nervios no tendrían la fuerza de soportar, por el momento.


Tras cinco meses devuelvo la biografía de "Ludwig Wittgenstein: el deber de un genio". A fuerza de desear tenerle aunque sea contenido en un libro, he guardado esta obra en mi casa, y ahí ha estado rondando como un espíritu invisible. Los correos de la biblioteca me han obligado a tomar la honesta decisión de abandonarlo.  Wittgenstein y su fuerza inquebrantable, me enamoré desde las primeras páginas y aún hoy ese amor perdura. ¡Cómo desearía tener una máquina del tiempo e ir a visitar a ciertos personajes! Parece mentira que ciertas personas hayan existido, tan peculiares, tan sensibles y singulares, tan más allá de su época...

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